martes, 17 de septiembre de 2013

Presidente del Ecuador constata la huella de contaminación que dejó Chevron-Texaco en la Amazonía

(Foto: Telesur)

Andes/La Radio del Sur

El presidente ecuatoriano Rafael Correa constató de primera mano la huella de contaminación que dejó la petrolera estadounidense Chevron, después de 26 años de operaciones en la Amazonia ecuatoriana.

El primer mandatario visitó la mañana de este martes el pozo Aguarico 4, ubicado en la provincia de Sucumbíos. “Utilizaron técnicas anacrónicas para llenarse los bolsillos (de dinero) sin importarles la contaminación que causaron”, dijo el presidente.

“Vamos a luchar contra esta empresa, contra su prepotencia, con el arma más fuerte que tienen los pueblos del mundo: la verdad. Todos a sumarse a la causa de Ecuador”, dijo Rafael Correa, una vez constató con sus propias manos lo que él denominó la “mano sucia de Chevron-Texaco en el Ecuador”.

Durante 26 años, entre 1964 y 1990, la petrolera estadounidense Texaco explotó el crudo ecuatoriano, en lo que hoy son las provincias de Sucumbíos y Orellana. Tras su salida del país, la empresa dejó en aquella zona pasivos ambientales contabilizados en más de 18 millones de galones de desechos tóxicos vertidos en ríos y riachuelos.

“Este es uno de los desastres más grandes de la historia de la humanidad y esa petrolera (Chevron) pretende dejar en la impunidad. Imagínense cómo dejaron esto si después de 30 años este petróleo sigue aquí, por eso hay tanta incidencia de cáncer en la zona”, agregó el mandatario.

Para aumentar sus ganancias, la gigante transnacional no realizó adecuados trabajos de remediación luego de salir del país. Prueba de ello son las piscinas que se construyen junto a los pozos petroleros. Estas piscinas tienen la función de recolectar los desechos emitidos tras la apertura de un pozo. El presidente Correa confirmó que esas piscinas solo servían para enviar directamente los desechos tóxicos a los ríos.

A esa contaminación, el informe de la consultora ambiental Stratus Consulting atribuye la muerte de 1.041 personas que habitaban la zona cercana a los pozos petroleros. Todos ellos murieron por cáncer y existen otros cientos de casos de abortos involuntarios.

Solo esos 18 millones de galones de desechos tóxicos son 30 veces más crudo que el derramado en el famoso desastre del carguero Exxon Valdez, en Alaska. Texaco también dejó 917 piscinas de desechos llenos de lodo tóxico y emitió millones de metros cúbicos de gas venenoso que se lanzó a la atmósfera.

Por estos daños –las miles de muertes de personas, animales y vegetación, por la contaminación de los ríos– la empresa Texaco, que fue adquirida después por la compañía Chevron, fue sentenciada a pagar 19 mil millones de dólares para remediar su desprolijo manejo ambiental. Para evitar pagar, la empresa ha dilatado el proceso, amenazado a defensores y abogados y emprendió una campaña de desprestigio contra el Estado ecuatoriano, que ni siquiera es un actor directo del juicio que los ciudadanos amazónicos le ganaron a la empresa.

Este desprestigio involucra un gasto de más de 400 millones de dólares en cabildeo y bufetes de abogador y está plagado de manipulaciones y falsedades.
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