Fernando Buen Abad Domínguez
He tenido ocasión de observar muchas veces cómo poderosas organizaciones con una poderosa prensa se hicieron añicos bajo el impacto de los acontecimientos, y cómo, por el contrario, pequeñas organizaciones con una prensa técnicamente débil se transformaron en corto tiempo en fuerzas históricas”. León Trotsky
Asumir el reto de planificar, democráticamente, los contenidos
Sin comprender, cabalmente, lo que es una Revolución, será difícil comprender la dialéctica de sus tareas comunicacionales. No hay práctica correcta sin teoría correcta. Una situación revolucionaria tiene sus contenidos propios, sus ritmos y sus prioridades determinadas por la fuerza, y los avances, que la clase trabajadora conquista para expropiar el poder a la burguesía. Las tareas comunicacionales revolucionarias no pueden provenir de la pura subjetividad, opinológica, de algunos “iluminados”, las prioridades derivan de las necesidades objetivas de cada frente en combate contra el capitalismo. Los contenidos, nuestros, emergen de la lucha de clases. No la esconden.
Esas necesidades se detectan democráticamente y se toma en cuenta lo concreto, tanto como lo subjetivo, con el propósito revolucionario de que la verdad sirva para elevar el nivel de la conciencia, para perfeccionar la lucha y para garantizar el triunfo de la revolución permanente. En una situación de claro enfrentamiento de clases, en la que la disputa no admite eufemismos, y es contundente la evidencia de una guerra, los medios de comunicación revolucionarios tienen un papel supremo como herramientas organizadoras para ayudar a multiplicar las fuerzas revolucionarias a partir de poner en común un programa de acción emancipador. No se puede desperdiciar recurso alguno. No se puede perder un minuto. Las mejores ideas son las ideas emancipadoras.
No son pocos los que se apresuran para erigirse en intermediarios mesiánicos, dispuestos a reescribir los mandamientos del reformismo, aprovechándose de los medios de comunicación. Hay que estar alertas, los reformistas son un veneno camaleónico que se escurre sigiloso en no pocos espacios. Algunos se disfrazan de “doctos” y van por el mundo pontificando un saber “revolucionario” sacado de su saliva (o de algunos manuales de élite burguesa). No faltan los envidiosos, los mediocres, los petulantes ni los traidores que se infiltran en los frentes revolucionarios para sembrar confusión mientras ordeñan alguna prebenda o canonjía ganada con trampas. Es preciso ser muy cauteloso. Todo lo que no ayuda a garantizar, acelerar y profundizar la Revolución, en el corto, en el mediano y en el largo plazo… debe ser sometido a discusión abierta. Por todos los medios. Ese es un repertorio de contenidos inexcusable.
Es indispensable ensayar todos los lenguajes necesarios para hacer visibles y palpables los triunfos de la revolución que son la fuente primordial de la fortaleza moral. Con alegría, con humor, con imaginación revolucionarios para no repetir el discurso acartonado del patrón burgués. Es indispensable comunicar los problemas, armados con la autocrítica más proactiva y con los programas de avance más consensuados. Es vital elevar la moral y la ética revolucionaria. Enriquecer las responsabilidades y asegurar la creatividad para ganar el territorio de los contenidos, vitalizar la experimentación de las formas y amplificar la recepción con retroalimentación dialéctica. No hay tiempo que perder. Los contenidos emancipadores exigen su lugar en la batalla de las ideas.
Algunos objetan a cierta comunicación revolucionaria por “oficialista”. Creen que algunos medios revolucionarios se exceden en las tareas de “propaganda” y se olvidan de las tareas de la autocrítica. Es un debate valioso que no puede quedarse en un diálogo de sordos y si, por el contrario, debe constituirse en una herramienta, de debate y de trabajo, abierta constante. Pero no confundir el concepto burgués de “propaganda” con la urgencia revolucionaria de hacer visibles nuestros logros para fortalecer la moral de combate. Ningún evangelio publicitario burgués va a silenciarnos por más científico o santo que se auto proclame. Los contenidos de la comunicación revolucionaria son logros conceptuales cuya misión, además de elevar el nivel de conciencia, radica en multiplicarse dialécticamente. Y eso requiere redes y sistematización planificadas.
La batalla de la comunicación Revolucionaria se da, en una de sus fases, principalmente contra la ideología de la clase dominante que ha hecho metástasis en todo el tejido de las relaciones sociales. Es una lucha muy difícil que no admite reposo. La encontramos hasta en la sopa. La vemos en nuestros gustos y en nuestras creencias, está en la educación y en la cultura, está en las tradiciones y en las imaginaciones. El capitalismo a inoculado con su plasma ideológico incluso el pensamiento de su sepulturero para convencerlo que lamente la hora en que se verdugo muera. Eso se llama enajenación y se ha convertido, incluso, en un gran negocio. Terrible problema. Pero la parte más ardua es la revolución creadora que debe contribuir a fundar un nuevo universo de ideas, emociones, entusiasmos y moral… emancipadas y emancipadoras. Y en ese marco una de las tareas más arduas, y más postergadas, ha sido la Revolución de los Contenidos.
Nuestras luchas comuncacionales son asimétricas. Nos falta capacitación, nos falta organización y nos falta unidad. Tenemos claro quién es el enemigo de clase, sabemos el daño que nos ha causado, sabemos que debe ser expropiado y derrotado y sabemos que no podemos perder la batalla comunicacional. Sabemos que ésta lucha debe darse de manera internacionalista. Sabemos que a los trabajadores sólo lo salvarán los trabajadores. Sabemos mucho y hemos hecho muy poco. Por ahora. ¿Por qué no hemos logrado vencerlos ya, si somos la mayoría? Porque, en materia de comunicación, también hay que emancipar a los emancipadores. Esa es una tarea con prioridad número uno. Manos a la obra. No sería un mal ejercicio que todos los días, ordenadamente, cada revolucionario asuma su responsabilidad socialista de difundir 10 noticias con los logros de la Revolución. Logros de la clase trabajadora. Hay que convertirnos en combatientes comunicacionales diariamente. Ojo con los contenidos. No dejemos que el enemigo de clase nos maneje la agenda.
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